Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100069
Legislatura: 1882-1883
Sesión: 4 de junio de 1883
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 120, 2334-2335
Tema: Rectificando al Sr. Vizconde de Campo-Grande en el debate sobre primeras materias.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Ante todo debo declarar que en las palabras que he pronunciado anteriormente no he querido dirigir cargo ninguno al Senado: Dios me libre de semejante cosa.

En primer lugar, no sabía yo que el Senado hubiese tomado acuerdo ninguno sobre la necesidad de pedir explicaciones al Sr. Ministro de Hacienda; y aun cuando lo hubiese sabido, en ninguna forma de ningún modo de hubiera atrevido yo a dirigir cargos al Senado. Además, realmente las explicaciones del Sr. Ministro de Hacienda no eran absolutamente necesarias, porque eran conocidas ya las que expuso en la otra Cámara. Con esto, porque no quiero que sobre mí pese la grandísima responsabilidad, que de ninguna manera acepto, de que yo haya podido dirigir cargo alguno al Senado ni a ninguno de sus individuos.

Pregúntame el Sr. Vizconde de Campo-Grande esta cuestión es libre o cerrada. Yo quisiera saber qué es lo que entiende S. S. por cuestión libre o cerrada. ¿Quiere decir S. S. que esta no es una cuestión de Gobierno, bajo el punto de vista de que no es una ley necesaria para que el Gobierno continúe su marcha, es una ley indispensable para gobernar? En este sentido no es cuestión de Gabinete, porque con esta ley y sin ella el Gobierno puede perfectamente marchar si no le hace falta para seguir gobernando con arreglo a sus principios. Pero esta ley tiene sus antecedentes, y a mí me extra que vengan del lado de la derecha ciertos argumentos, porque hay que observar que cuando se discutió el tratado de comercio con Francia, una de las compensaciones que se pedían para subsanar los gravísimos perjuicios, según se decía, íbamos a irrogar a la industria española, y para poner a la industria española en condiciones de luchar contra la extranjera, puesto que el tratado de comercio ig- [2334] noraba los privilegios y favores que hasta entonces tenía, era la de que a la industria se le proporcionaran las que se llaman primeras materias, es decir, la base elemental del trabajo industrial, de la manera más económica posible, permitiendo su entrada libre de derechos. A esto se comprometió el Gobierno; esta compensación dijo el Gobierno que era justa y que la traería traducida en un proyecto de ley. ¿Qué es lo que ha hecho el Gobierno al presentar este proyecto? Cumplir un compromiso solemnemente contraído, quizá a excitación de la derecha de la Cámara más que a excitación de ningún otro bando. (El Sr. García Barzanallana: Nunca, nunca. ?El Sr. Vizconde de Campo-Grande: Jamás, jamás; ni a excitación de nadie.) A excitación de un Sr. Senador que desgraciadamente ha desaparecido de entre nosotros; a excitación del señor Obispo de Barcelona, que con grandísima vehemencia pedía por lo menos que se favoreciese a la industria, y uno de los favores que pedía para ella era que se aliviase el peso que abrumaba a la industria por el coste de las primeras materias.

Yo, contestando a aquel insigne varón, dije que me parecía justa la petición, y que por parte del Gobierno se haría lo posible para realizar aquella su nobilísima pretensión. ¿Protestó nadie de esos bancos? Nadie; al contrario, todos acogieron con aplauso y benevolencia las palabras de aquel ilustre Prelado, así como el compromiso, si no directa, por lo menos indirectamente contraído por el Gobierno. Nadie absolutamente protestó cuando yo ofrecí a aquel ilustre Prelado que el Gobierno traería a las Cámaras el proyecto de ley de la libre introducción de las primeras materias como una justa compensación que se debía a la industria por los perjuicios que se suponía que ésta iba a sufrir con el tratado de comercio con Francia. Pues este compromiso que entonces contrajo el Gobierno, es el que ha venido a cumplir con el proyecto de ley.

Bajo este punto de vista, el Gobierno, que no puede hacer de esta cuestión de Gabinete, tiene que sostenerla, porque de otro modo faltaría a compromisos sagrados contraídos aquí sin protesta de nadie, ni aún de los conservadores. Tal es el estado de la cuestión: claro está que el Gobierno no se ha de considerar derrotado porque no se vote el proyecto; pero al fin y al cabo, es un compromiso que se le exigió, que él prometió cumplir y que cumple con este proyecto de ley. Ni más ni menos. Si esto satisface a S. S., me parece que desde luego puede procederse a la votación.

Por lo demás, debo decir al Sr. Vizconde que el señor Ministro de Hacienda no tiene absolutamente ninguna dificultad en defender este proyecto de ley; no ha tenido necesidad de hacer de él gran defensa, porque otros la han hecho, y, francamente, cuando el Gobierno se encuentra un proyecto presentado por él defendido por otro, es natural que no se repita la defensa, ya que desgraciadamente se pierde demasiado tiempo en las discusiones; y cuando están bien defendidos los asuntos por los que están al lado del Gobierno, no es innecesario que éste haga su defensa.

Por otra parte, créame el Sr. Vizconde de Campo-Grande, el Sr. Ministro de Hacienda no ha podido venir. Es verdad que, según ha dicho S. S., pudo estar aquí mientras se hacían las preguntas en la otra Cámara; pero S. S. sabe perfectamente que las preguntas no tienen limitación alguna determinada, sino que se empiezan cuando la sesión y no se saben cuándo se acabarán, y el Sr. Ministro de Hacienda estuvo esperando a que se empezara la discusión de los presupuestos; mas como habían empezado las preguntas y no se sabía si éstas habían de continuar, tuvo que estar en su puesto de honor esperando el debate de los presupuestos.

Yo no sé los compromisos que en la Comisión haya podido haber, ni sé quién se ha marchado de ella; no sé nada; no sé más sino que el Gobierno está interesado en cumplir un compromiso que contrajo a la faz de la Nación, un compromiso que contrajo en pleno Parlamento, sin protesta de nadie, y que viene a cumplir ese compromiso, deseando que sus amigos le ayuden a cumplirlo; pero esto no es una cuestión de Gabinete, no es una cuestión de Gobierno, en el sentido de que el Gobierno necesite de esta ley para marchar y gobernar el país, como ha venido marchando y gobernándole hasta ahora. [2335]



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